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Teniendo en cuenta que el grupo no era casi conocido en el mercado independiente, o lo que es lo mismo, no teníamos un puto duro y mis padres (no sin razón) ya habían intentado echarme de casa en alguna ocasión...decidí, yéndome a Londres a buscarme la vida una temporada, que lo mejor para sobrevivir era equilibrar una vida “normal” con la música y los viajes y los conciertos y sobre todo decidí que ciertas drogas no me iban a ayudar demasiado y lo mejor era suprimirlas. Así que salte de una isla a otra como si de asteroides se tratara en el libro que me ayuda en esta (mi) historia. En esa época no sabía que quería ser de mayor, solo sabía lo que no quería ser y entre otras cosas era “El Mercader”; que solo quiere vender píldoras para aplacar la sed con el único propósito de ahorrase el tiempo que se dedica a beber (¡que negocio tan raro!). Me veía a mi mismo en particular y al grupo en general más identificado con el propio Principito que simplemente aprendíamos que el negocio de la música es como un desierto, pero ¿no es lo más bonito del desierto el hecho de que esconda un pozo?
Regresé de Londres nueve meses después bastante mejor de lo que me fui pero lo más importante de ese viaje es que encontré la mujer de mi vida (me encanta esta expresión). Con Sonia comparto todo y me ha ayudado a conseguir ese difícil propósito de equilibrar como un malabarista la música y el mundo que la rodea y mi forma de vivir la vida con ella y con mi hija. Con ellas tengo la suerte de vivir los momentos más bonitos y además al poder tener la música, no solo como forma de evitar un trabajo “normal”, sino como mi gran ilusión hecha realidad me hace sentir que soy demasiado afortunado como para estropearlo… pero en esa época todavía no lo entendía ni me podía imaginar lo que hemos llegado a crear entre los dos, pero eso también es otra historia.